"Las Cenizas del Año 2001"


Atardecía ese 19 de diciembre cuando el aún Presidente De la Rúa decretó el estado de sitio y lo que parecía media ciudad salió a la calle, se asomó a las ventanas, ocupó balcones, se junto en esquinas. No había plan, no había análisis político, no había marco ideológico, no había liderazgos y sin embargo hubo accionar coherente. Lentamente, como ríos que convergen desde todos los barrios y a lo largo de toda la noche las columnas de vecinos se volcaron sobre la Plaza de Mayo. Y esto fue, en el sentido más rotundo, un consenso. Decía “Basta, que se vayan todos!”.”

¿Pero realmente fue un consenso? Y antes, ¿Qué entendemos por “consenso”.

El termino que declina del latín “consentire” implica un sentir-con, sentir-juntos; es decir sentir lo mismo que otro. Así, consenso implica como mínimo dos sujetos que interpretan el sentido de un objeto de la misma manera. Y esta operación de atribución de sentido es necesariamente una operación semiótica. Pensado asi, una investigación sobre los motivos de participación en el cacerolazo del 2001 debería encontrar la existencia de un consenso, de una interpretación compartida por al menos una parte significativa del público.

Cuando se indaga sobre el verdadero grado de participación del público porteño y sobre las motivaciones de esa participación parecería que no fue ni tan rotundo ni tan consensuado.

Un estudio de opinión publica realzado por la Universidad Abierta Interamericana en la segunda semana de diciembre del 2005, a dos años de aquel acontecimiento, revela que solo uno de cada cuatro porteños admite haber tomado parte en alguna de las formas de protesta de esos días del 2001. Así, el primer dato que surge es que si bien fue una protesta masiva fue también una expresión parcial de la sociedad. Y si bien tuvo un claro sesgo de clase alta y media, la participación de la clase baja no fue menor 1*. Mientras que uno de cada tres miembros de la clase alta y media dice haber protestado, uno de cada cinco entre los miembros de la clase baja admite lo mismo. Esta no estuvo ausente ni aquellas fueron las protagonistas exclusivas.

Esta transversalidad de la composición de la protesta parecería indicar ese consenso por el que nos preguntamos al principio. Pero cuando a ese 25% que dice haber participado se le pregunta respecto del motivo de su participación se advierte una dispersión tal que no permite pensarlo como consenso.

La pregunta abierta: “¿Por qué participo de las protestas de diciembre del 2001? Incluida en el estudio de 1000 casos

El 5.5% sostiene que participo “porque le pareció lo correcto”, el 7,5% “para que el Gobierno tome conciencia”, el 4%“porque se sentía parte de las manifestaciones”, y el 3,6 % “porque habían afectado su economía”.

Si, se pregunta hoy, al total de los porteños, “¿Qué significa para Ud. hoy el 19 y 20 de diciembre del 2001?”, esta dispersión en la interpretación de aquel acontecimiento se evidencia aun más. El 22% sostiene que fue “un momento de cambio, un momento histórico, una bisagra…”; otro 23% lo recuerda como “un día triste, un día de caos, horror… un día terrible…”; para el 21% de los porteños ese acontecimiento hoy “no significa nada, no fue nada…”; para un pequeño sector de 6% se trato de “un día de complot”; el 10% no sabe como interpretarlo y el 20 % ofrece respuestas tan diversas que no es posible agruparlas en un eje de sentido sin forzar la interpretación las respuestas.

Quizás podría considerarse un “significante vació”, en el sentido de Laclau; es decir una metáfora de la diversidad. Pero aun así, faltaría explicar su causalidad. Si no hubo consenso en el sentido de una interpretación compartida como determinante de la acción colectiva entonces ni lo hay respecto de su significado hoy; entonces ¿Qué indican estos datos en relación a la subjetividad del conjunto?

Podría pensarse que los hechos del 19 y 20 de diciembre del 2001 y su interpretación actual constituyen el primer acontecimiento de la posmodernidad argentina. Si pensamos la subjetividad posmoderna como una subjetividad de la interpretación, transitoria y de validez limitada; si se admite que, por carecer de los paradigmas rotundos de la modernidad, el proceso de semiósis colectiva es fuertemente aleatorio y no requiere de certezas para constituirse; entonces es posible sugerir, con base en los datos que mencionamos arriba, que este proceso esta aconteciendo en la subjetividad colectiva porteña a escala masiva. Habría, al parecer, en estos datos un indicador fuerte de este proceso.

Las implicancias políticas de esto son difíciles de exagerar. La dificultad para construir consensos se agravará y la inestabilidad de la opinión pública tenderá a acentuarse alimentada por la imposibilidad de dar respuestas, tanto fácticas como discursivas, desde el poder a la diversidad de demandas generadas con base en esa inmensa varianza interpretativa que señalamos. Si algo explica el 19 y 20 de diciembre en tanto su causalidad es la acumulación de demandas insatisfechas, todas distintas entre si. En la representación del poder, ninguna mirada pudo encontrar aquello que necesitaba ver. Quizás fue esta ausencia, esta suma de ausencias particulares, el único punto de convergencia aquel atardecer caliente del 2001. Hoy el otro punto de convergencia es la frecuencia de respuestas a la última pregunta del estudio: “¿después de cuatro años de lo sucedido, cree que la clase política se hizo eco de los reclamos de la sociedad?”, el 73% de los porteños considera que no; solo el 6% cree que los políticos han aprendido la lección. Otra vez las miradas encuentran un vació; como decía Allan Gingsberg “… y ahora Dever esta ausente de sus Héroes”.

Mag. Raúl Aragón
Director del Programa de Estudios de Opinión Pública.
Universidad Abierta Interamericana.



1 * NSE Alto = 32.9%; NSE Medico = 27.3%; NSE Bajo= 18% (expresa % de participación del segmento). Sobre una muestra aleatoria simple de 1000 casos efectivos: M.error muestral +/-3,2% para 95.5% de confianza. (P = 0.50)


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Fecha de publicación: 12/01/2002
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